Alonso y los galgos.
Al terminar de pintar las Bodas de Caná se perdió un galgo del lienzo, había pintado tres y cuando lo vio a su lado le sonrió y lo cuidó siempre en su casa de Venecia. El perro miraba al monasterio de San Giorgio con la esperanza de ver a sus otros dos amigos llegar montados en una barcaza, pero no llegaron y pasaron los siglos, menos aún cuando el lienzo viajó a París por orden de Napoleón, y siguieron pasando los siglos.
Una mañana en el museo del Louvre algunos visitantes quedaron desconcertados, habían desaparecidos los otros dos y los músicos que su lado perpetuamente alegraban la boda tenían una sonrisa cómplice, Veronés, Tiziano, Tintoretto y Bassano se miraban, tocaban más fuerte, había más vino.